sábado, 3 de septiembre de 2011

¡Qué problemón!

Sobre el problema de la definición general del arte: ¡Qué problemón!
Por kSt

La muerte del arte: es una de las aseveraciones más contradictorias que se puede escuchar, y esto porque Umberto Eco lo muestra de una manera bastante confusa y con muchas ideas encontradas, dadas a la vez por otros pensadores con mayor complejidad en sus propuestas (o con ganas de complicarse la vida y de paso complicárnosla). Quizás la lengua en que fue escrito sea, para algunos, tan distante y ajena que seguiremos tratando de entender lo que realmente quiso decir el autor; y moriremos en el intento.

“Si el arte como forma espiritual muere deberá surgir alguna otra cosa… más elevada”. Y es real que nadie puede limitar al arte, por capricho o por negar su acción liberadora. Para aquellos que vean al arte de una manera “cuadrada”, como una idea concreta más que como una expresión de la conciencia, estarán ciertos a encasillar al arte bajo los mismos conceptos del pasado; y no porque el pasado esté equivocado, sino porque tales conceptos fueron ocupados en un momento determinado, bajo circunstancias precisas que, posiblemente no puedan ser utilizadas plenamente en el contexto actual; se posee un “modelo cultural” que sirve de patrón para amoldar al arte.

El arte contemporáneo necesita cierta clave interpretativa para poder entender su esencia. Aparece entonces una discusión surgida de un descontento e inquietudes del espíritu, en medio de los cambios cada día más rápidos de la sociedad. Se trata de empañar el valor estético frente al valor cultural abstracto.

Entonces, ¿existe una muerte del arte? Sí, en cuanto a sus concepciones, no en cuanto a su contenido; es decir, el arte se descompone y se vuelve a componer, se transforma, muere continuamente para asumir nuevas formas, como el Ave Fénix. Pero al tratar de definirlo se puede caer en determinaciones conceptuales, encasillamientos, en encarcelar una definición que por sí sola puede corregirse y ampliarse, evolucionar.

La definición conceptual del arte se forma por un trabajo de análisis, crítica, descripción comprensiva e interpretativa de experiencias concretas. Salta la palabra clave: experiencias concretas. Es el cúmulo de éstas lo que permite definir al arte, en su más pura realidad. Cada obra de arte es distinta de las demás, posee una individualidad, y al ser apreciada produce un fenómeno que se plasma en quien la percibe. Es de estos fenómenos de donde se comienza a percibir una serie de elementos propios al arte, influidos por los conceptos, costumbres, realidades culturales de la persona que intenta esclarecer al arte.

Como tal, una definición del arte es limitada, y necesita conocer sus propios límites, en concreto: espacio y tiempo. Se puede tener esbozos para aclarar el término, ideas o intentos de una explicación más o menos certera de lo que es el arte, pero no se podrá tener una concepción auténtica del arte por una simple razón: el arte está más elevada, se sitúa en el espíritu.

Teniendo presente el nivel elevado del arte, se puede dar un intento vago de definición: es la actividad por la cual las experiencias del mundo sensible, percibidas por el artista, según las modalidades del plano estético se incorporan a una materia y son llamadas a constituirse en el plano artístico. Se habla del artista, de la materia (obra), del mundo y de la forma de adquirir las experiencias, a través de los sentidos.

Es crucial, pues, llegar al punto de distinguir al arte como expresión del mundo sensible y como experiencias de la realidad. El arte es el Ave Fénix del espíritu, fenece y surge constantemente en el interior de cada individuo, el cual sólo tiene que abrir las alas de su conciencia para dejarse envolver.

El cielo y el mar nos engañan a la distancia, pareciendo unirse, pero en realidad el mar jamás alcanzará lo que de por sí ya es elevado. Dejemos a la filosofía complicarse la vida definiendo al arte, mientras nuestro espíritu disfruta de su manifestación. El arte no se hizo para estudiar, sino para saborear, en eso consiste la sabiduría.

(JM Castelán Lunagómez)



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