POR LOLITA CUEVAS-AVENDAÑO
Era 1986 cuando David Lynch decidió escribir y dirigir “Terciopelo azul” película que entre los grandes del cine es una clásica donde “se muestra la dualidad de la vida”.
Era 1986 cuando David Lynch decidió escribir y dirigir “Terciopelo azul” película que entre los grandes del cine es una clásica donde “se muestra la dualidad de la vida”.
Por tanto
mérito logrado y buenas críticas que recibió de los conocedores de la materia,
lo hicieron acreedor a una nominación al Oscar por mejor director, sin embargo
le fue arrebatada “por una injusticia en la forma de evaluar” según leí en
páginas de internet. Mas nadie le quitó la dicha al director de recibir el
premio a mejor película y mejor fotografía en el Festival de cine fantástico de
Sitges, el mismo año de su lanzamiento. Y sí, no era para menos no ganar el
primer galardón mencionado, pues hacen una perfecta sincronía de tomas que
obedecen al misterioe intriga en torno al argumento.
Por
increíble y poco atractivo que parezca, la trama de la historia comienza cuando
es encontrada una oreja tirada en el tranquilo poblado de Lumbertown. Ello
detona una serie de acontecimientos que en más de una escena nos mantiene con
los ojos bien abiertos. Una mezcla encantadora de suspenso e intriga, con una
dosificación de sexo, de esas escenas que llamamos ‘bien cuidadas’.
A diferencia
de otras películas que he visto, no quedé totalmente enamorada de Lynch, aunque
después de verla, durante varios días estuvo girando en mi mente su nombre. Es
como de esos directores que admiro intermitentemente.
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