sábado, 12 de mayo de 2012

Delicioso mal sabor



Por Lolita Cuevas-Avendaño

Si bien es cierto que he visto películas de bajo presupuesto, que no son  tan buenas, “Picadillo” la apluado sin reparo por todos los méritos alcanzados en el producto final.
Es de reconocer el esfuerzo de la  producción para lograr con un mínimo de efectos que una cinta pareciera bastante elaborada. El secreto son los juegos de cámara. ¡Bien!
Desde luego no puedo pasar desapercibidas las sensaciones que me causaron las escenas más inolvidables, por llamarles de alguna manera. Al inicio, reconozco que en verdad pensé que se trataba de una fallida película de miedo,  de terror. Después, y  gracias a la explicación de quien califica este reporte, advertí que el punto  medular era  que pareciera de ese género pero  con exageraciones por cada personaje, de tal suerte que causaba risa. Y lo lograron. Por lo menos tres veces más de uno dijimos “Ay, no inventes” seguido o  acompañado de una inevitable carcajada.   
La verdad es que si yo hiciera algo de terror y no funcionara como tal y más bien despertara as burlas y risas  de los espectadores, sin duda diría que ese era el fin: magnificar la violencia y exagerar las escenas  y  los  personajes para que fuera algo  así como una parodia’.  Eso  diría para salir bien librada de las críticas, que como ya sabemos, es sumamente difícil hacer cine de horror.
El detrás de cámaras me fascinó de sobremanera. Habitualmente, cuando veo películas en mi casa, una vez que termina, selecciono el make up, para descubrir detalles y datos inimaginables, que van desde lo que tuvieron que hacer para, por ejemplo, hacer que el bebe o el perro se moviera de tan o cual forma, o para que la anciana pareciera más joven de lo que en realidad aparenta, según sea el caso.
Tengo bien presente la escena del vómito verde y viscoso que los alienígenas prueban. Cuando vi me pregunté cómo harían para que ‘vomitara’ sin haber un corte de secuencia. Imaginé que tal vez había imperceptibles o que el líquido se lo pasaban por el lado que estaba fuera del alcance del ojo de la cámara. ¡Sorpresa! Se trata de una máscara flexible que simula movimientos del rosto al tiempo que vierten sobre ella la repugnancia verdosa. Interesante.
Picadillo (Bad taste) me recordó en gran medida la película de Favor de rebobinar. Las dos nos dejan  bien claro y lo  firman con sangre (y vómito) que si se tienen ganas de hacer películas,  con el mínimo de recursos se puede hacer un digno producto, digno de  ser reconocido. Ahora me queda claro que una cámara, imaginación  desmesurada y creatividad desmedida, son  alicientes necesarios y casi suficientes  para trasladar nuestras ideas a la pantalla grande, o por  lo menos recurrir a una nueva forma de distribución: internet.
Máscaras, ropa vieja, salsa de tomate, cartón y amigos incondicionales, aunque casi con nulo talento, son suficientes para hacer de un rato de producción, un eterno y divertido recuerdo.
Y aseguro que lo que menos nos dejó fue un mal sabor de boca.

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