Por Lolita Cuevas-Avendaño
Si
bien es cierto que he visto películas de bajo presupuesto, que no son tan buenas, “Picadillo” la apluado sin reparo
por todos los méritos alcanzados en el producto final.
Es
de reconocer el esfuerzo de la producción
para lograr con un mínimo de efectos que una cinta pareciera bastante
elaborada. El secreto son los juegos de cámara. ¡Bien!
Desde
luego no puedo pasar desapercibidas las sensaciones que me causaron las escenas
más inolvidables, por llamarles de alguna manera. Al inicio, reconozco que en
verdad pensé que se trataba de una fallida película de miedo, de terror. Después, y gracias a la explicación de quien califica
este reporte, advertí que el punto medular era que pareciera de ese género pero con exageraciones por cada personaje, de tal
suerte que causaba risa. Y lo lograron. Por lo menos tres veces más de uno
dijimos “Ay, no inventes” seguido o acompañado
de una inevitable carcajada.
La
verdad es que si yo hiciera algo de terror y no funcionara como tal y más bien
despertara as burlas y risas de los
espectadores, sin duda diría que ese era el fin: magnificar la violencia y
exagerar las escenas y los personajes para que fuera algo así como una parodia’. Eso diría para salir bien librada de las críticas,
que como ya sabemos, es sumamente difícil hacer cine de horror.
El
detrás de cámaras me fascinó de sobremanera. Habitualmente, cuando veo
películas en mi casa, una vez que termina, selecciono el make up, para descubrir detalles y datos inimaginables, que van
desde lo que tuvieron que hacer para, por ejemplo, hacer que el bebe o el perro
se moviera de tan o cual forma, o para que la anciana pareciera más joven de lo
que en realidad aparenta, según sea el caso.
Tengo
bien presente la escena del vómito verde y viscoso que los alienígenas prueban.
Cuando vi me pregunté cómo harían para que ‘vomitara’ sin haber un corte de
secuencia. Imaginé que tal vez había imperceptibles o que el líquido se lo
pasaban por el lado que estaba fuera del alcance del ojo de la cámara. ¡Sorpresa!
Se trata de una máscara flexible que simula movimientos del rosto al tiempo que
vierten sobre ella la repugnancia verdosa. Interesante.
Picadillo
(Bad taste) me recordó en gran medida la película de Favor de rebobinar. Las
dos nos dejan bien claro y lo firman con sangre (y vómito) que si se tienen
ganas de hacer películas, con el mínimo
de recursos se puede hacer un digno producto, digno de ser reconocido. Ahora me queda claro que una
cámara, imaginación desmesurada y
creatividad desmedida, son alicientes
necesarios y casi suficientes para trasladar
nuestras ideas a la pantalla grande, o por lo menos recurrir a una nueva forma de
distribución: internet.
Máscaras,
ropa vieja, salsa de tomate, cartón y amigos incondicionales, aunque casi con
nulo talento, son suficientes para hacer de un rato de producción, un eterno y
divertido recuerdo.
Y aseguro que lo que menos nos dejó fue un mal sabor de boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario