viernes, 4 de mayo de 2012

Sangre, sangre, sangre


Por Lolita Cuevas-Avendaño
 

Si alguien me preguntara alguna vez diría sin reparo que “Ichi the killer” es la película con más violencia que he visto. Comparo y comprendo que Quentin Tarantino se queda corta con cualquiera de sus filmes y “Death Proof” no le llega ni a los talones, como se dice coloquialmente (ésta última es una de más salvajes que había visto).

Tal pereciera que  sin golpes, sangre, torceduras, sufrimiento, gritos y torturas no habría tenido  el toque distintivo de Takachi Miike, el maniático director.

Decir que es exagerada la dosis de salvajismo en la cinta es minimizar el asunto. Por mi parte, prefiero algo menos brutal. Partiendo de la idea de que el efecto shock es grupal, por lo que presencié durante la proyección, se logró el cometido del autor, ya que todos permanecimos en comunión de sentimientos en cada escena de muerte, martirio o acoso, por dar algunos, sólo algunos, ejemplos.

No es habitual, menos aún agradable, presenciar en una película tantos crímenes a punta de atrocidad. No sé en Japón, pero al menos en el grupo de Pichulas nos inclinamos más hacia material un poco más aceptable. Pero, es preciso apuntar, que fue una práctica que se salió de lo planeado, de lo establecido y de lo acostumbrado. ¡Bien!

Advertir una muerte, una violación o un maltrato dimensionado nos abre el panorama de ideas que pueden ser llevadas al cine. Qué otro tema más reprobable socialmente se podría trasladar a la pantalla  grande si no es la sarta de injusticias (por los maltratos y violencia)  que se muestras claramente y sin censura en la película.

Sin censura evidentemente sólo en formato digital o bien en el archivo original, porque no imagino a Ichi the killer siendo transmitida en algún canal de televisión abierta. ¡De qué manera!

Recordaré y señalaré que una de la encomienda principal y más pronunciada que su maniulador le dio era “no meterse con  el niño y con su padre, el policía” Dado que se trata de una película tan feroz, considero que habría sido importante que darle relevancia la forma de muerte que los referidos tuvieron. No descarto que se le haya dado el tratamiento adecuado a esas escenas, pero como era algo que constantemente se repitió, para mi gusto habría sido un tanto más inquietante (entiéndase como motivador) presenciar ‘esas’ escenas un poco más explícitas, sin sonar deseosa de muerte.

Desde luego, y cual debe ser, los juegos de cámaras son por demás aplaudibles. Igual tenemos un close up, que, casi al mismo tiempo  y sobre la misma línea, un plano general. Está por demás decir esas bruscas alternancias dan un resultado  de conmoción, como los personajes.

Y no sólo se trata de combinar las tomas o perspectivas, también es el movimiento de cámaras, en el sentido estricto de la palabra,  lo que da el toque a esta obra. Me refiero a que no son sólo los cambios de ángulo ilustrando un solo movimiento, sino que más bien es mover la cámara siguiendo al talento.

¿Otra de este tipo? Claro. Si el cine no es simplemente rosa, hay que probar de todos los sabores de ideas.

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