domingo, 2 de octubre de 2011

Con las manos en... ¿el arte?

Las Artes en la Sociedad de masas:
Con las manos en el arte
Por Kst

     ¿El arte existe por sí misma o pertenece al hombre? Claro que pertenece al hombre y de ahí sale al mundo real, no hablaríamos de arte si un hombre no hubiera creado el término y lo diera a conocer. Ésta es la principal actividad del hombre, a veces poco valorada, en otras poco usada: la capacidad intelectual, pensar.

     El iniciar de esta manera se debe a que el autor se adentró en conceptos muy allegados a la filosofía, base de toda teoría y ciencia; pues la actividad filosófica existe con el propio hombre y desde su origen.

     Estética, deriva de términos griegos que se refieren al valor de las sensaciones, de los sentidos y que tiende hacia algo subjetivo. Un tanto desvalorada en el texto, la estética es entendida como las afirmaciones que se dan en el entendimiento, produciendo juicios de valor hacia los hechos que pasan o acontecen en la realidad.

     De este tipo de creencia se deriva la belleza, que en la actualidad se entiende como subjetiva, donde no hay un padrón o una regla que determine lo bello o lo feo. Es necesario en cada exposición aclarar los términos y el significado de los mismos para no caer en confusiones, como al parecer el texto emite.

     La estética no se encarga de clasificar las obras de arte, ni de enjuiciar a las mismas para seleccionar las mejores y desechar las peores, esta es una herramienta. En los griegos, la estética estaba acompañada de términos como armonía, proporción, naturaleza, orden. Un punto de referencia era el estudio de los astros, con la astronomía, y no la astrología (concepto pre-medieval utilizado por animalistas). Las leyes de los astros, su acomodo y orden da(ba)n belleza al mundo, a la naturaleza. Acaso no el hombre se ha valido de este orden para calcular las estaciones o ciclos del año, no la luna ha fijado los meses y el sol los años y el día.

     A este orden munífico es a lo que el hombre le ha “encasillado” el concepto de belleza, y por tanto lo estudia a través de la estética. Entra desde luego el conflicto de pensar que la estética va a estudiar desde una perspectiva objetiva, pues la ciencia se basa en cuestiones rígidas, objetivas que no permiten opiniones ni ideas vagas; al menos así “nos han enseñado”; pero no lo es así, dentro de la subjetividad de las obras de arte existen tres elementos objetivos, que son fáciles de percibir pero difíciles de entender: el artista, la obra y la sensación que transmite la obra.

     Existen como realidades conectadas entre sí, pero que, por estar basadas en una persona, se adentran en el campo de la subjetividad. Por eso la idea de estética va incorporando elementos a su definición pero nunca va a cambiar su prioridad, que es afirmar la existencia de relaciones entre las obras, realizadas y creadas por el hombre, y las sensaciones que provocan en aquellos que las perciben.

     Así, de una manera podemos incluir en la belleza, no sólo a las obras plásticas, también a las cosas no creadas por el hombre –montañas, paisajes- y a las personas, en el físico, en unión con sus valores, o con sus actitudes. Decía un violinista japonés “Soy artista del vivir y mi obra de arte es mi vida”. La belleza existe, y la estética va de la mano; el punto medular sería saber qué define lo bello en la actualidad, pues antiguamente era el orden, y ahora, ¿hay orden?

     El autor lleva a distinguir al arte de la estética, permeando a la primera de un valor trascendental, a manera espiritual y se podría decir, un tanto romántica e idealista; dejando a la segunda como algo efímero, anticuado y hasta falso, cosa que se ha visto no lo es.

La cuestionante sigue en el aire, ¿quién define al arte en la actualidad? Es donde se llega a tomar los estudios en sociología, y por tanto de comienza por entablar la relación individuos – arte. Ahora, ya no es un solo individuo, son todos, o al menos muchos, los críticos modernos llaman masa. La sociedad de las masas, algo parecido a “El planeta de los simios”.

Desde finales del siglo XV, se comenzó a virar la mirada hacia otra realidad. Primero, se fijó en la naturaleza, pero no bastó explicar todo desde ella; después se pensó en un dios como respuesta, pero observando nuevamente todo, ahora desde arriba, no le basto como solución. Para ese tiempo se  creyó en el hombre como respuesta a todos los problemas y clave de las soluciones, pero llegaron las guerras mundiales y dieron respuesta clara, donde tampoco el hombre era remedio definitivo.

Con los pensadores modernos, se declaró a la sociedad como la máxima del hombre. Al arte, pues, encontraría su esplendor en esta, mas existen quienes piensan (entre ellos me incluyo) que nuevamente la sociedad no dará respuesta plena sino se incluyen todas las respuestas anteriores, logrando hacer una conclusión completa, más o menos.

La sociedad de masas va en detrimento del arte como tal, pues en su más pura significación, el arte es técnico, elaboración con manos, es creación con ideas, con imaginación, con personalidad. ¿Se puede de un arte de las masas? De que se puede, se puede, hablarlo, incluso agregar el término al cúmulo de palabrerías del diccionario, pero desde este punto de vista, sería contradictorio hablar de arte de masas, sería como decir el arte de la inexistencia, o el arte de la no-esencia.

Otra cosas es decir que el arte es manifestación de un pueblo, de una comunidad, y se podría hablar de ello como arte popular, o como arte urbano. De esto se cuenta a lo largo del globo terráqueo con múltiples manifestaciones.

El arte y la sociedad de masas, desde esta perspectiva, no se llevan, de hecho la segunda absorbe a la primera. Un punto de discusión podría ser el considerar como obra de arte a la máquina envasadora que un ingeniero construyera. Fue creada con su ingenio, con su imaginación, incluso con una cierta personalidad, y con el fin de facilitar un trabajo, además de optimizar los recursos materiales y humanos. Arte y técnica en el más puro sentido.

¿Cuál es entonces el problema con la sociedad de masas? La pérdida de individualidad, se diría desde un ambiente literario, la falta de un estilo propio, pues es cierto que cada persona toma ciertos elementos de la realidad que le rodea (¿de dónde más?) pero la masa va haciendo perder la autenticidad del individuo para convertirlo en un producto idéntico a otros, como fabricados en serie.

¿Es pues la sociedad de masas el trampolín de lanzamiento del arte, su impulso? No, es más bien su mar lleno de tiburones, hambrientos por devorar su identidad.

Autor: José Manuel Castelán Lunagómez (C)2011

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