domingo, 16 de octubre de 2011

Sobre cómo complicarse la vida

La estética de la formatividad y el concepto de interpretación:
Sobre cómo complicarse la vida
Por kSt

Si al inicio, las lecturas sobre el arte parecían complicadas, ésta arrasa a las demás y toma la delantera en cuestiones complejas que, para este nivel, se supone se debería dominar, pero será el cansancio, la pesadez de exámenes o el acumulamiento de actividades y tareas, lo que ha vuelto más complicada esta lectura.

Desmenuzando –o tratando de entenderla- el lector se llegará a topar con los términos de disertación estética, resolución de problemas metafísicos o iluminación de fenómenos artísticos. ¿Y con qué degustarlos? Pues en primera instancia con el arte. Claro está, problemas que van de lo experimentado a lo conceptualizado, es decir, de las obras de artes vistas hasta llevar esas imágenes a la mente y comenzar a elaborar un juicio crítico respecto a ellas.

Los parámetros de tal juicio son los que se discuten. Se equiparan con otras obras antes vistas, se analizan o medio analizan, y se llega al encasillamiento de las obras en buenas o malas, grave error, pues son de por sí amorales; en el peor de los casos se enjuician como desperdicio que no debe ser reconocido. Cierto, y habrá que dar algo de razón, pues muchos artistas o pseudo-artistas se encargan de mostrar productos de calidad baja.

Es el punto de cruce, ¿quién determina la baja calidad? Pues sólo la persona que lo crea, reconociendo que no es precisamente lo que deseaba hacer. Aquí entra un tema que se desarrolló anteriormente: la producción artística, como elaboración en serie. La lectura le retoma como una concepción del arte como hacer. Y se esclareció que no es el objetivo hacer para vender, aunque haya quienes utilicen este recurso; y mucho en la actualidad.

Sobre el segundo término de la resolución de problemas metafísicos del arte, en donde una buena parte de la lectura se comienza a centrar, queda como preámbulo a un límite. Entablar al arte con la filosofía es la máxima de complicaciones a los cuales el hombre se somete. Sí, es real la existencia de aquella necesidad humana de dar razón de todas las cosas que acontecen a su alrededor, pero existe un límite natural en el ser humano y es la trascendencia, pues no puede romper sus límites espacio-temporales. Le impide salir del planeta, regresar o adelantar el tiempo, estar en varios lugares a la vez o transportarse más rápido que el sonido, ni pensar en la luz.

Estos límites reflejan algo al hombre, las bellas artes escapan de sus concepciones y aseveraciones filosóficas. Nada impide preguntarse sobre el origen, la esencia o el desarrollo del arte, pero se tendrá que enfrentar con lo natural y propio del arte: es una expresión del espíritu; y por tanto está más allá de concepciones filosóficas, pues éstas sólo se dan a través del proceso de razonamiento.

Posteriormente nos queda otro término primero, los fenómenos artísticos, y así la lectura –o más bien el autor- se encuadra en el tema de la fenomenología del arte. Conocer al arte a través de los fenómenos que presenta, no sólo lo plasmado, sino el proceso, las interacciones, las experiencias concretas. Todo un cúmulo de información para generar parámetros de identificación artísticas; nuevamente encajonar al arte.

En general se habla de formatividad del arte, como estilo; de materia del arte, como aquello de carácter físico; del proceso y de la interpretación. Se habla de todo y nada a la vez, porque no se concretiza en nada el estudio, al menos en algo entendible por la mayoría.

Por eso, al formular la conclusión se puede visualizar como una imagen de película, donde los universitarios discuten un tema y sacan sus conclusiones; poniendo ahora sólo una pregunta.

Se levanta la sesión. Los miembros de la academia comienzan a salir uno a uno y en absoluto silencio, mientras meditan la disertación antes realizada. Todos con varios opúsculos que habían tomado de la biblioteca, antes de llegar al foro de discusiones. El maestre les recomienda seguir reflexionando las conclusiones inconclusas -paradójico-. Ante la majestuosidad del gran salón, rodeados de las grandiosas obras de artistas del siglo XVI, exaltadores del humanismo, propulsores del Renacimiento; los escolapios quedaron encallados en una pregunta: ¿el arte se estudia o se disfruta?

Más de cinco siglos hablando sobre la belleza, la estética y la técnica; otros quince para desarrollar las reglas y categorizar el quehacer artístico; y tres siglos más para discutir su validez universal o su inoperatividad actual. Y aún no existe una respuesta; ni la habrá. No es algo negativo, sino una actitud ante la vida, preguntarse es provechoso, y disfrutar lo encontrado es placentero; por eso en el arte se necesita disfrutar lo que se pregunta, pues la respuesta no se alcanzará; al menos por ahora.

Elaborado por: José Manuel Castelán Lunagómez. CC501

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