lunes, 5 de marzo de 2012

¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!


El nacimiento de una nación


Por Lolita Cuevas-Avendaño


Admito que no evoqué otra cosa ni a nadie más que al profesor Addexis, quien nos dio la materia de Historia en semestres pasados. Ver en el aula 27, en el mismo salón de los Pichulas CC601, “El nacimiento de una nación” era como revivir las heroicas historias que Addexis nos contó con lujo de detalle para que comprendiéramos finalmente la esencia y trasfondo de lo que hoy para nosotros es historia.
Básicamente, D.W. Griffith, director de la cinta, recreó la Guerra Civil de los Estados Unidos de América, representando en escenas la disputa entre el norte y el sur: la esclavitud o la libertad, la discriminación o el apoyo, la victoria o la derrota, la vida o la muerte. Sinceramente y recordando un tanto las clases de Historia ya citadas, me quedé falta de apreciar escenas de los esclavos cosechando y trabajando el algodón. En fin, lo importante aquí es que el triunfo lo tuvieron los del norte; abajo la esclavitud.
Encuentro en las escaletas, que constantemente se repiten en diversas escenas a lo largo de la película, una suerte de parecido con el interior del Titanic, a donde sólo acudes para “hacer que valga”.
Así también los bailes bañados desmedidamente de elegancia los comparo como lo vals de las grandes celebraciones en la películas de Harry Potter.
Nos guste o no, está claro que las damas de aquellos días emanaban elegancia y femineidad, cosa poco común en nuestros días. Como común dominador en la mayoría de las escenas, ubico sin reparo a los caballeros guapos patilludos y a las amas guapas olanudas.
Y obedeciendo al título del presente, la música que sirve de vestido a la película bien podría adornar la canción de “Mambrú se fue a la guerra”, aplicado, evidentemente, en otro contexto. Me enamoró la música, me fascinaron los trombone, me cautivó el sax. Amo la música de esta cinta.
Amo también el cambio tan radical de volumen cuando comienzan la guerra, los ataques y los estallidos.
Sobre este orden de ideas, tomando en cuenta que se trata de una producción que dista de ser actual- estamos hablando de cine mudo (aún)- me sorprende de sobremanera la forma en que recrearon las explosiones. Me impresionaron el humo y el polvo, tan reales. Imagino el set con gritos incesables de “¡Arrojen  más harina, sigan prendiendo brazas, no dejen de sentirse en una lucha, quiero más gritos, más acción!”.
 Me emocionaron las escenas tomadas desde una colina, quiero pensar, para que se pueda apreciar el movimiento de los actores en plena lucha, a unos cuantos metros de distacia.
Advertí, como buena observadora el manejo de escenas con una leve sombra alrededor del lente, principalmente en la parte superior de la pantalla. Desconozco si era un efecto indeseable que fue imposible borrar o es parte de la filmación.
Bien, claramente se aprecia que algunos de los actores eran de piel negra, mas la producción abusó con el maquillaje para volver a los no tan cafés en negros, cosa que me pareció más que desagradable, chistosa. Pero sí un tanto fuera de lugar. No sé si se debió al poco recurso humano de color, pero no se agradece el trabajo de los maquillistas.
Con esta cinta me siento un poco más familiarizada con las películas mudas y en blanco y negro. E atrevo a apuntar que la sala de cine es similar a la de “El artista” a donde la gente asiste con pipa y guante. Qué iban a pensar en aquel entonces que ahora al cine se va en jeans, con los amigos y, en el mejor de los casos, con lentes especiales para el 3D.
Siempre aprendemos algo nuevo, tal como me sucedió con relación al asesinato a quemarropa de Abraham Lincoln que, si bien sabía que había sido ultimado de esa manera, no tenía idea de que había sido durante una obra teatral; menos aún por un ligero descuido de su guardaespaldas.
Como el que lee este texto para revisarlo y calificarlo sabe que vimos la película en el salón y bien sabe que a esa hora el estómago pide un poco de alimento, debo aceptar que se me antojó el dulce de maíz con papas que sirven a los heridos de guerra en los hospitales. Nada, fue sólo mero comentario.



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