jueves, 15 de marzo de 2012

Spade y Archer


El halcón maltés

Por Lolita Cuevas-Avendaño

De acuerdo a la opinión de muchos y lo que se ha aceptado en el común de las personas, la obra El halcón maltés, de John Huston (obra literaria original de Dashiell Hammett), marca el inicio del periodo clásico del cine negro.
Como en toda historia de detectives, donde predomina el misterio y asombro por sobre todas las cosas, no podía faltar el bueno el feo y el malo, traducido en esta cinta como el detective, la femme fatal y la banda de delincuentes.
Como personajes principales destacan Humphrey Bogart, Mary Astor, Sidney Greenstreet, Gladys George y Peter Lorre, por supuesto, brillando en la pantallla en blanco y negro.
En una película con tema de persecución, espionaje, detectives, eran más que necesarios, por no decir obligatorios, que la vestimenta de los personajes incluyera sombreros, abrigos, chaquetones, sacos y, claro, puros fumados de una manera tan elegante y precisa que incluso se agradece al director que se hayan hecho presentes en más de una escena. No se diga de la tan peculiar forma de encender los cigarrillos y habanos que, estoy segura, cautivó a más de uno de mis compañeros.
Básico que toda, toda la gente que aparece en las escenas de exterior luciera abrigos, en su mayoría, largos, toda vez que brinda una suerte de misterio alrededor de cada una; más aún si meten las manos a las bolsas del mismo, ya que sugieren que guardan –o esconden- algo.
Personalmente, mis instintos de mafiosa no se desarrollaron como, tal vez, debieron. Pero casi podría apostar por tan segura que me siento, que habría tenido un poco más de tacto, delicadeza, cautela y suspicacia que Cairo. No es por injuriar, pero él y nada es prácticamente lo mismo. En su situación, yo habría practicado por lo menos un poco más mi puntos débiles: velocidad e instinto de matar. En fin. Me dio chiste su papel.
Ya que señalé varios aspectos de la película, de lo que vi, lo que me dio risa, lo que habría hecho ahí en tiempo y forma, me desviaré un tanto para exponer qué me pareció. Habitualmente manifiesto desde las primeras líneas si la película en cuestión me causó emoción, alegría, desagrado, etcétera. Caso contrario con El halcón maltés.
Ni siquiera tengo una excusa, argumento, escape o coartada para salir por la tangente, mas me atrevo a decir sin temor a ser castigada que no me gustó. No. Esa no es la expresión correcta. Más bien me fue intramuscular, indiferente, desapercibida para mi corazón. No me enamoré esta vez.
Dista mucho de ser una cinta que recomendaría. Nunca me emocioné, nunca sentí estar en el punto más alto de la montaña rusa. Esperaba que subiera pero la sensación siempre fue la misma. No hubo exaltación, no hubo tentación, en mi caso, desde luego. No se trata de la trama, tampoco del blanco y negro, ni siquiera logro identificar qué es lo que rescataría. Reitero, no la volvería a ver.

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