domingo, 11 de diciembre de 2011

Kitsch, arte y medio de masas

Por Lolita Cuevas-Avendaño


Bueno, malo, interesante, feo son juicios que emitimos acerca de los medios icónicos de masas que, de cierta manera, implicamos y atribuimos al arte. Dado que la historia del arte, decir qué es, antecedentes y demás, es un acto realmente arcaico.

Incluso, toda la tradición cultural en la que participamos activamente, pone atención y cuidado en todas aquellas formas de actividad ‘artística’ donde la actividad productora y el producto en sí mismo no van tan de la mano, ya que son claramente separables, y han relevado a las otras porque aseguran que son irrelevantes.

Sin ir más lejos, lo artístico se define como participante en procesos de creación de objetos determinados, ya sea pintar, esculpir, tallar, etcétera. No obstante, no todos los cuerpos que son participes de los procesos del arte son considerados o pueden considerarse como artísticos. Lo artístico se ubica en un estatus superior, en tanto que lo no incluido tiende a ser considerado por el común de las personas como de baja calidad.

La literatura artística trata de conceptualizar y diferenciar entre lo que es y no es arte. El arte no es universal y eterno. Puede ser que lo que hoy admiramos, mañana pierda validez y pase desapercibido para quienes ayer lo consideraron una obra de arte. Las obras tienen vigencia y vida atractiva, más que vida útil.

Los criterios que establecen el valor de ciertos objetos, no son arbitrarios ni inmotivados. Que se olvidan de otros, sí, pero lo hacen en términos comparativos.

En nuestra sociedad, donde hay un pronunciado contraste entre el bien y el mal, entre la violencia y a estabilidad, entre la prosperidad y la recesión, entre la cultura y la ignorancia, entre lo honorable y maquiavélico, la división de los objetos se vuelve necesaria.

En gran medida, lo que influyó para atribuir el valor a los objetos fueron los procedimientos, las tradiciones y hasta las cualidades del cuerpo mismo. A pesar de ello, no bastaron. Se solicitó también de la artisticidad, la cantidad y la calidad para medir las condiciones apropiadas.

Si bien se piensa que el kitsch aparece simplemente como alejado del arte, es prudente decir que es su antítesis. Quien consume Kitsch sin saberlo entonces, está empleando arte. Se vuelve kitsch cuando se es consciente de ello. Arte y kitsch son dos términos necesarios y codependiente en cuanto a materia económica se refiera.

El arte tiene un valor agregado de acuerdo a su escasez y rareza. Es papel de quienes lo crean mantener la confidencialidad de la patente para prevenir el crecimiento y producción y serie de producto, o en caso contrario la venta vendría a la baja.

La diferencia más notoria entre arte y kitsch es que este último tiene su campo de expansión y crecimiento preferente en la cultura popular, y utiliza recursos productivos que podrían propiciar la liberación de las masas; por su parte, el arte se mueve en el dominio de la alta cultura y se produce bajo condiciones artesanales de dudosa procedencia, ello hablando de forma genérica, de acuerdo a lo visto y examinado en la sociedad.

El kitsch es necesario porque de su presencia es directamente proporcional la brillantez y autenticidad del arte. O sea que obedece al popular dicho “El mal anda metido por doquier”. El fabricante de kitsch es considerado como un fabricante malvado que desea el mal.

También, el kitsch es engañoso, ilustra el mundo. No nos podemos basar en el aspecto de disfrute del kitsch toda vez que el propio arte puede ser vivido equívocamente, e incluso, al igual que el kitsch, puede ser interpretado como arte auténtico.

En el arte, todo es legítimo. O así debería ser. Incluso en los principios y categorías de ambigüedad: principio de inadecuación, de acumulación, de percepción, de mediocridad, de confort.

En el kitsch, como en el arte, hay algo inexorable, arancelario, impositivo.

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