martes, 14 de febrero de 2012

La máquina de los sueños

La invención de Hugo Cabret
“La máquina de los sueños”
* Por Caste

Es realidad, o lo estoy soñando; en qué momento pasa a convertirse en un sueño mi realidad, y en qué otro paso, de la realidad, a un sueño. No lo sé a ciencia cierta, pero la capacidad creadora en cada individuo me sorprende cada día más.

Aun ahora sigo sin entender claramente cuál es la invención de Hugo Cabret. Será la reparación del curioso autómata; o la firme idea de que todas las personas existen por una razón; o posiblemente el auxilio al viejo Méliès, dándole sentido a su vida y mostrándole que su obra no estaba perdida del todo.

Muy seguramente, la invención es la unión de estos tres ingredientes, poniéndole el toque final de desarrollarse en París, la ciudad del amor; y puesto que no es una historia de romance, si es un relato de los ideales, de lo profundo del hombre, de los sueños, es decir, de los inicios del surrealismo, de donde las artes plásticas, sobre todo el cine, son impulsoras.

La película es cautivadora y muy recomendable. No me atrevería a juzgarla como buena, mucho menos como mala, pero sí ponerla como ejemplo de lo que el ingenio humano puede lograr con su propias herramientas y con otras que le son dadas.

La imagen, escenografía, digitalización, desarrollo de escenas, secuencias, efectos, iluminación, montaje, trama y demás, son ejemplo vivo de la creación artística de personas que quieren mostrar a los demás, lo que ellos imaginaron.

Y así se vuelve a cumplir el sueño del soñador; pues la película, de una manera creativa, muestra la historia de uno de los personajes que contribuyó, en gran manera, a que el cine sea hoy lo que es “la fábrica de sueños”; y así diera su paso al arte.

A esto agreguémosle la sazón del autor del libro homónimo al filme, Brian Selznick, quien será muy interesante de leer, pues si la obra de Martin Scorsese, Hugo, nos ha mostrado la creatividad visual, el autor del libro nos ha de mostrar la capacidad literaria y narrativa que nos llevará a un mundo que sólo cada individuo reconocerá: la imaginación.

Y es que el cine, a pesar de fabricar sueños y fantasías en la realidad, tendrá siempre por limitación natural la plena interpretación de los pensamientos humanos. No le quitamos valor a la proyección, al contrario, reconocemos el enorme esfuerzo creativo, y en muchos casos muy bien logrado, de hacer visible la imaginación del director, la forma en que él lo ve en su mente; pero no lo podrá plasmar de manera exacta a lo visto en su imaginación, pues aún no hemos dado el salto del que habla Luis Buñuel a Carlos Fuentes.

“La cumbre de la realización cinematográfica, será alcanzada cuando usted o yo, podamos tomar una píldora, apagar las luces, sentarnos frente a una pared desnuda y proyectar sobre ella, directamente desde nuestra mirada, la película que pase por nuestras cabezas” (Fuentes, Viendo visiones, http://www.youtube.com/watch?v=WHkpN7GeO0o&feature=related).

Esto será el máximo, y posiblemente se logre, pues el potencial humano parece dar para mucho más. Mientras tanto, se seguirán dando esfuerzos continuos por alcanzar la obra de los sueños.

Por último, quiero resaltar algo que en la película resulta productivo y alentador, seguramente retomado del funcionalismo: cada ser tiene una parte en el engranaje y determina su existencia, o en otras palabras, cada individuo tiene una razón de ser. Y esta es la meta que intenta alcanzar Hugo, que él pueda encontrar el lugar donde encaje, donde sea una pieza que contribuya al correcto funcionamiento de la ciudad. Lo más curioso es que en su lucha por encontrar el lugar, va ayudando a otros a encajar en los “engranajes” de la vida.

Sin duda es un filme con características que le proporcionarían adquirir muchos premios, pero que no sólo se queda en ellos, sino que contribuye al logro de lo que un director, y todo un equipo de personas, pensaron hacer: fabricar un sueño y hacernos partícipes de él; donde nosotros también soñamos.

*José Manuel Castelán Lunagómez

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