miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Ya escuchaste cómo se ve?


El artista

Por Lolita Cuevas-Avendaño

No por nada fue galardonad como mejor película en la entrega de los premios Óscar, si cautivó a más de uno con los pasos de baile cuidadosamente ejecutados, con la mascota estrella, con los actores genuinos. Me refiero a “El artista”, de Michel Hazanavicius.
Si me preguntan en qué o en quiénes pensé cuando advertí que se trataba de una película muda, sin reparos respondería que en mis abuelos. No es tan complicado imaginar cómo eran las proyecciones cinematográficas en las salas de hace ya muchos años, cuando El artista se aparece en la pantalla. Reconozco que, por mucho, superó mis expectativas.
Reflexionando la experiencia y el golpe de suerte de Peppy Miller, admito que quisiera estar cerca de un artista para colarme a su lado por casualidad, cuando se me cayera mi cartera y pudiera burlar fácilmente la valla de seguridad que a él cobija. Aunque sí me quedaría falta si de bailar tap se tratara.
Además de la sensación de viaje en el tiempo, gracias a la ausencia de color, vinieron a mi mente más de una escena de “Babe, el puerquito valiente”, gracias a la participación del mayordomo de George Valentine, que me transmitió una leve dosis de melancolía. Así como observar en la tan afamada colina el letrero completo de “Hollywoodland”.
Noté que una escena de cambios musicales significativos es cuando en un ataque de ansiedad y desesperación, George saca y quema las tiras de 35 milímetros. No es extraño que se sintiera de esa manera cuando el cine estaba transitando por un cambio de ser mudo a ser sonoro, con vestidos musicales y sonidos para representar hasta el más mínimo movimiento. Con lo que concluyo que, al deshacerse de tantas cintas, muchas mujeres dejaron de gozar de unos cuantos zapatos con tacón.
Es oficial. El perro me enamoró a tal grado que me vi en la necesidad de esperar y buscar su nombre en los créditos. Un tato increíble que e verdad haya sido un solo ejemplar, dado que en la mayoría de las producciones, cuando requieren de participación perruna, gatuna, pajaruda, etcétera, en la mayoría de las ocasiones utilizan a dos o más animales para representar a un mismo personaje.
En un principio, Peppy Miller no me fascinó ni encantó. Me pareció demasiado dientona, anttiestética,fea. A los pocos minutos de aseverar dicha barbaridad, revoqué mi proceder y me encontré diciéndome: “Es muy bonita”. Ni qué decir en la entrega de los Óscar: deslumbrante.
Luchando por mantenerse a flore cuando el mar de los sonidos casi lo inundaba, George no flaquea y participa en una película muda más, donde metafóricamente de hunde finalmente en la arena movediza, sin remedio, sin salida, sin salvación. Aquí llega al final. Metafóricamente, reitero.
Si bien, estoy acostumbrada a ver películas a color, habladas, e incluso con efectos visuales, El artista cambió totalmente la forma en que percibo la pantalla grande. Dista mucho de ser refutada por los mayores, pues tiene ese toque encantador que atrae hasta las almas más jóvenes, como en mi caso. Bien vale la pena esperar que salga a la venta para tener un recuerdo de los años 30 en casa.
¿Por qué no? Si al final de cuentas  las imágenes también se escuchan y el sonido también se ve.

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