viernes, 30 de noviembre de 2012

El bebé de Rosemary



Por Lolita Cuevas-Avendaño

De Roman Polanski, con Mia Farrow, realizada en 1968, cuenta la trágica historia de una mujer que es “elegida” por el diablo para engendrar un hijo. Una trama bastante escandalosa, dado que aborda temas que resultan ser indigeribles para muchas personas, los católicos esencialmente.
Encuentro una gran cantidad de signos con mucha carga semiótica remitente a la religión, a los cultos satánicos, a lo paranormal. Probablemente en la actualidad no nos “tragamos” el cuento de que el mismo diablo engendre a un hijo en el vientre de un humano Parece poco probable si al ámbito médico nos trasladamos, sin embargo, dentro de las sectas  que rinden culto satán, es una realidad, una probabilidad y más que nada un honor, pues está convencido de que quien sea seleccionada será madre de un hijo del diablo.
Realmente hasta yo me siento rara hablando de estos temas, dada mi naturaleza escéptica con la que crecí y he vivido siempre porque así lo decidí, sin embargo respeto en su totalidad las creencias, religiones, ceremonias de terceros.
Buscando datos curiosos de la película, leí que cuando se rodó la escena de la fiesta donde ella e siente mal y se va a la cocina con sus amigas y después corren a su esposo, de inmediato que hicieron la primera toma, llegó la documentación de divorcio que enviaba el mismo Frank Sinatra a la protagonista e inevitablemente se tiró a rodar en media cocina, tal cual lo hace en la escena. De acuerdo a la página de internet, Polanski no creyó que pudiera continuar con la escena, pero Farrow se levantó de la manera más profesional posible y continuaron con el trabajo, logrando una actuación con un sentimiento auténtico.
En la proyección, cuando la actriz cambia de corte de cabello por el embarazo, la mayoría de las compañeras compartimos la idea de que no le iba nada mejor que el cabello largo. Para sorpresa de muchas, resulta ser que en realidad tuvo que usar gran parte de la filmación na peluca de cabellos largos, ya que la apariencia genuina de a actriz era luciendo un horrible y desfavorable peinado en cabello corto.
No me queda más que despedirme con la bien lograda musicalización, característico del cine de suspenso. La notas bajas van bien cuando, por ejemplo, va caminando y puede (o no) descubrir un misterio; y las altas cuando hay un poco de más intensidad, algo así como un forcejeo. Además de la música, la actuación me transmitía un sentimiento de desesperación e impotencia, de esas veces que cerramos los puños en apoyo a la tristeza o enojo de la protagonista
Por las sensaciones le doy cuatro estrellas.
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