viernes, 30 de noviembre de 2012

Los siete samurais magníficos



Por Lolita Cuevas-Avendaño

En definitiva, lo mio no son las películas de acción, ciencia ficción, o algo que se le parezca. Tampoco adoro el western, porque en su gran mayoría me transmite esa sensación de soledad y angustia que vive en el fondo de nuestros sentimientos.
Con sólo acotar que “Los siete samuráis” fue dirigida por el japonés Akira Kurosawa, prácticamente la calidad fílmica ya está garantizada, desde actuación, iluminación, estuario, argumento, etcétera. Mas no causa tal impacto a  nivel personal. Claro que para tratarse de una película de 1954 me cuesta un poco entender cómo logan determinadas escenas en tanto que no se contaba con la tecnología de hoy.
Una escena que me pareció  visual y sumamente atractiva es cuando los invasores llegan a la aldea y comienza una incansable e inagotable persecución. De esa escena me gusta el movimiento desenfrenado de cámaras a modo de seguir a los actores, que otra opción habría sido haber dejado la cámara fija mientras los actores corrías frente a ella, mostrando que los perseguían, sin embargo me pareció mucho mejor que se hayan atrevido a seguir a los participantes de tal suerte que es más cercana la sensación de movimiento externo, es decir, fuera de la pantalla.
Indagando un poco acerca de esta película, advierto que fue catalogada como una de las diez películas favoritas de los directores más destacados y reconocidos de 1992 a 2002. Tanto así que en 1960 fue retomada por John Sturges para hacer un nuevo filme con e mismo argumento y diferentes actores, pero ahora dejando de lado lo oriental para adaptarlo a Estados Unidos.
Por supuesto que, a pesar de ser un género que no son de mi total agrado, sí reconozco las escenas que más me impactan y se convierten en parte de mis momento fílmicos  memorables. Por ejemplo, en Los siete samuráis recuerdo claramente cundo las chozas de la aldea se queman: las mujeres gritan al tiempo que su alma se desgarra viendo como lo poco que tenían es consumido por el feroz e insaciable fuego, que no muestra compasión por nadie. En ese momento, llegan a mí un contraste de sentimientos al sentirme un tanto empática, y me pregunto con preocupación qué sería lo que haría si algo así me sucediera.
Por otro lado, en Los Siete magníficos, mi momento memorable no sigue la línea de la trama, sino más bien de la producción. Me impacté cuando aparece un pueblo en mitad del viejo oeste, (de esos que son clásicos del rumbo, donde es indispensable la presencia del saloon y las viejas casas de madera con ventanas que tienen ventilas en lugar de cortinas, y corredor con barandal en todo el rededor) y es montado totalmente, es decir, no existe tal lugar, sino que fue creado, diseñado y levantado especialmente para el rodaje de la película.
No sería el viejo oeste si no hubieran el polvo, las cercas con alambre de púas y la aridez total que se muestra en el filme y los el vestuario de los actores, con camisas blancas, chalecos de cuero, botas, sombrero y sudor de la punta a los pies, denotando el extremo calor del lugar.
En contraparte, noto que en Los siete samuráis la sabiduría y control absoluto de la comunidad recae en el patriarca, al igual que muchas otras culturas, tanto de oriente como de occidente. En cuanto a los actores, podría asegurar que no fueron los más guapos que eligieron en el casting. Agrego un punto más a favor de la cinta porque el éxito de la película no se definió por el atractivo físico de sus actores, sino por la esencia misma de toda la producción, cosa que es casi nula en nuestros día, ya que tal pareciera que el fracaso de una película será directamente proporcional a la fealdad de quienes aparezcan en ella.
También debo señalar que prefiero los paisajes exteriores, donde se ven los extensos sembradíos de trigo, arroz y demás semillas que se dan en aquellas tierras, porque sinceramente ver la pobreza, traducida en ruinas y destrucción, resulta poco alentador.
Galardono al loco que no dejó de gritar un momento en toda la película, externaba éxtasis también con la mirada y con sus extravagantes movimientos.
Por las actuaciones e influencia (y porque me hizo recordar a Mulán) les daré cinco estrellas.

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